Alerta estoy de ser
sonrisa.
AnaMendoza

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domingo, abril 07, 2013

Laberintos en el mar








El barco de tu amor  me lleva por mares tempestuosos y calmos.
A veces la brisa de tu cielo, me abraza y refresca mi frente soleada que me lleva lejos de este mar de cemento hirviente.

Quiero ser como la hormiga en la hoja que avanza sobre el agua, alejándose de su hormiguero fatal.

Quiero volver al mar helado.   Se que tu amor me entibiará. El mar de tus ojos,  mi amor, me hace querer nadar en ti, una y otra vez más. Tus lágrimas me hacen evocar. 

Bocinas, rosas corbatas y autos. Un grito a lo lejos.

Déjame descansar un poco más.  Por qué lloras?   Por qué la gente?   Será que olvidé mirar  al cruzar? La calle, sus autos y yo aquí, nadando en un rojizo y tibio mar… 

Eso nos dijo ella, su novia, cuenta el tipo de blanco, cerrando la ambulancia con la fuerza rutinaria y acostumbrada. A la morgue.   La morgue, ese lugar donde a veces llevan el cuerpo... el cuerpo, lugar donde a veces habita el alma.   

Yo seguía escudriñando mis recuerdos una y otra vez. La cara de la gente, la mujer llorando a su novio, el novio nadando en un mar de sangre.

Pero que decirle al señor juez? Miré a mi abogado, nervioso..  no lo vi cruzar, me distraje. Es que me pareció tan hermosa y tan alegre!  ella se disponía a cruzar la calle para encontrarse con él, su novio que yo atropellé.    Bueno, la verdad es que más que su novio, él era su amante, el amante de mi propia mujer, esa mujer hermosa y alegre que me hizo distraer.

Mesero, sírvanos otro trago, dijo frotándose las manos con ansias.  Sus ojos brillaron tras su amarga sonrisa. Al recordar su tiempo en la cárcel, su divorcio…  Para mí está bien, dijo el tipo que lo acompañaba, mirando el reloj de ese bar;   lamento mucho por todo lo que paso caballero pero estoy apurado, en todo caso le agradezco su historia, los tragos y su tiempo pero... se me pasó la hora y debo irme, debo juntarme con... (suspiró una sonrisa jovial) mi novia, nos vemos.

Agarró su chaqueta el hombre y a grandes pasos avanzó.     Cruzó una, dos tres calles.    Su corazón emocionado, iba a verla a ella, no le importaba que ella fuera en realidad casada con otro, y que el fuera su amante, el se conformaba con eso, con ver sus hermosos ojos que le hacían recordar al mar, en especial ahora que, veía esos ojos que lloraban por él, desconsoladamente al verlo tendido ahí en la calle, a su delirante y moribundo amante, exhalando su último aliento nadando en su mar.

Algunos cuentan que en los meses más oscuros de invierno, de madrugada cuando todo está quieto y calmo, se ve una sombra pasar y sus pasos escuchar...   Por lo menos es la historia que cuentan en este bar. 

En lo personal, creo que en verdad el amor es un barco y que nos hace pasar por tempestades,  con naufragios terribles. También que nos llevan a aguas tranquilas donde la brisa mese suavemente aquel barco.   También que los espectros repiten una y otra vez sus últimos momentos, como aferrándose a la vida, la vida generada en la mente delirante de un moribundo. Como una melodía que suena una y otra vez en un disco rayado.  Ahora me voy, debo tomar un barco.

Jorge Martínez Lecaros.

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