DEL
MEDIODÍA
AL
AMANECER
I
Me desentiendo de las
sábanas por donde pasan los trenes. Más allá de las montañas la tristeza inunda
de sombra la luz del mediodía. La tarde se fuga por los tremedales de la
ausencia mientras el río fulgura en la lavadora donde los sueños salen húmedos para
ser extendidos.
II
No encuentro las penas
donde las había dejado. Se han ido a colocar uñas a la peluquería mientras que
las manos inquietas no cesan de ofrecer cantos a las 3:00pm. Más allá de la
proximidad de la esperanza está el río que se fuga de verdes mientras que los
insomnes están deambulando por las aceras. Paro un momento la escritura cuando
escucho los tiroteos que azotan de miedo las ventanas.
III
Vuelvo a sentarme en la
misma acera donde dejé la escoba. Canto una canción de cuna para mí misma y
escucho a los trashumantes cantar en las avenidas del equinoccio. Se van detrás
del humo del cigarro que dejo partir sin novedad alguna para salir corriendo
cuando la sombra de la tarde traiga las primeras estrellas fugaces.
IV
Ya la noche, caída sobre
la casa, vuelca sus designios a la soledad de una habitación desordenada. La
sombra se ejecuta en una sinfonía de milmediaslunas que crecen en la ventana.
Las flores se acurrucan cuando las abalanza el viento. La lluvia sigue en su
tintineo de volcanes que se tragan su propia lava.
V
Me inquieta la madrugada
con los gallos dormidos. Los gatos pasean por el techo buscando algún momento
para sucumbir de amores raudos. Los escucho a lo lejos con sus ruidos de
pasiones. Se escabullen por las rendijas como la luz de la noche y amanece
nuevamente. La luz me despierta sin haber dormido con sus ojos de cielo y con
su luna de aljibes que jamás verán el agua salir de su torrente.
Una Anita más verde y más
cruel.
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