Debí haber comenzado
por besarte desde adentro;
desde los intestinos, los pulmones o el hígado.
Debí haber empezado por acariciarte los bronquios
o viajar desde tu sístole
hasta las uñas de tus pies
por el torrente rojo que encarnas.
Debí caminar por tu epidermis rosada de flor rosada;
desde tus riñones verdes
hasta los poros capilares de tu bosque de pelos.
Debí no haber empezado desde afuera;
porque aquí quema el sol
y la sal da sed
y uno se muere sin agua y de muy poquitas ganas.
Creo que debí haberte soñado desde adentro
porque aquí afuera no hay vos,
no hay tu aroma
ni hay tus dedos
ni tu saliva.
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