POR:
ISAAC MORALES FERNÁNDEZ.
¿Qué iba a saber nuestra inocente población que el 16 de
septiembre de 1943 engendraría a una mujer llamada por las musas a cantarle a
lo más profundo de nuestras ingratas almas?: “y es que a lo mejor asisto a un
gran misterio”, expresó ella una vez.
Elsa Morales
Elsa Morales ha fallecido el pasado domingo 04 de marzo de 2007 en
el Estado Yaracuy, y fue enterrada en el Estado Lara… ¿acaso no nos duele? Es
cierto que teniendo escasos 10 años, siendo la mayor de varios hermanos, tuvo
que marcharse de Santa Teresa del Tuy. Ella debió trabajar desde los 7 años de
edad para ayudar a su madre y a cierta tía aprovechada, pues era huérfana de
padre “gracias” a la dictadura pérezjimenista, pero me temo que fue una niña
explotada por la pobreza inmisericorde de este país. Caminaba descalza todos
los días desde los cercanos caseríos de Guatopo hasta el centro del pueblo
(¡más de un kilómetro!) a hacer mandados, traer y llevar pesados tobos de agua,
trabajar, hacer faenas caseras… ¡cuando una niña lo que debe hacer es estudiar
por las mañanas y jugar por las tardes! En el proceso, su madre tuvo que
“repartir” a los hijos, siendo ya incapaz de mantenerlos, y a Elsa le tocó irse
a Caracas a trabajar como sirvienta de gente pudiente, quienes la explotaron
también, incluso esos adinerados pervertidos intentaron violarla más de una
vez… Trabajó luego como aprendiz de costurera y de obrera en una textilera,
siendo menor de edad, vivió tal vez los peores años de su vida… Y eso fue hasta
principios de la década del ’60.
Por esa época, Elsa Morales comienza a tener contacto con las
letras y el arte, de manera autodidacta. Todo lo que aprendió posteriormente,
lo hizo por sí misma o con breve ayuda de algún buen samaritano, desde escribir
y leer hasta pintar y hacer ensamblajes artesanales. Fue en 1969 cuando la
joven tereseña de 26 años logra tener su primera exposición pictórica en la
Galería Arte Industrial de Caracas, dando así el primer gran paso, hacia la
inmortalidad. Los años 70`s fueron de crecimiento estético para ella, dando a conocer
su arte en otras salas de Caracas y en los pueblos mirandinos de Los Teques y
Baruta. Pero, la oportunidad de su vida se presenta cuando es invitada a
exponer sus pinturas en la Bacardi Art Gallery de Miami, Florida, USA, en 1974.
Comenzó así a ser reconocida como pintora de estilo naïf (ingenuo)
de última generación y de importancia internacional.
En 1972 conoce al famoso poeta y humorista Aquiles Nazoa, y la
anécdota cuenta que él la encontró sentada llorando en las escaleras del
INCIBA, donde exponía precisamente, y al verla allí, sin conocerla, le dijo
“las indias como tú no deben llorar”. Elsa reconoció en seguida a ese quien le
hablaba, y así comenzó una fraterna amistad entre ambos artistas. Por supuesto
que desde ese tiempo, debido a esta curiosa anécdota con Nazoa, comenzó a
alimentarse el mito de que nuestra poeta y pintora era de ascendencia guajira
(wayúu), lo cual se basaba sólo en su manera más bien hippie de vestirse con largas y anchas
batas coloridas al estilo de esa etnia aborigen… y a otros estilos también, por
cierto. “Soy la pequeña chamana” llegó a bromear.
Cuando fallece Aquiles Nazoa en 1980, su muerte la afecta
muchísimo, así que decide por primera vez publicar su labor poética,
precisamente con el libro elegíacoCanto a la muerte de Aquiles Nazoa, en 1981.
Por ese tiempo ya Elsa era entrevistada y tomada en cuenta asiduamente por
diversos entes mediáticos del país y del exterior, y su poesía tuvo resonancia.
En la década de los 80`s su arte ha ido llegando a varios estados del país,
tales como Nueva Esparta, Trujillo, Aragua, Miranda (su terruño, de nuevo),
Lara y Carabobo. En 1982, publica su segundo poemario, mucho más personal e
íntimo: La serpiente de la
fatalidad o una canción desesperada, que mereció una nota de portada del
insigne poeta Juan Calzadilla. Este libro le valió ser tomada en cuenta por
esta otra faceta, que hasta 1981 había tenido escondida: Elsa la artista plástica,
y ahora Elsa la escritora. En ese mismo año recibe una merecida Mención
Honorífica por el sus coterráneos del Estado Miranda, Distrito Sucre (Petare).
Recibe premios y otras distinciones por su arte pictórico, tanto en Venezuela
como en otras latitudes como Cuba, Guyana, Estados Unidos y más tarde en
México. En 1985 publica el libro Para
leer en el metro, y en 1986 No
pinte paredes. Y sigue exponiendo pintura y collages.
La Paz y La Guerra, Elsa Morales.
Pigmeto Diluible al Agua sobre
Tela, año 1979
Los 90`s abren para Elsa con un nuevo libro: Poemario del amor y la vida, y una
actividad extra muy peculiar: participa como personaje de un vídeo clip del
afamado grupo musical Témpano, el de la canción Tengo ganas de llorar. En 1995
publicaCartas de amor, y en 1997 regresa a su estado natal, con una nueva
exposición en la Galería “Morrocoy Azul” de El Hatillo, y en 1999 su arte llega
hasta Europa, específicamente a Alemania, exponiendo junto a Mateo Manaure…
pero ya sus pinturas no necesitarán de su presencia física para llegar a
cualquier parte del mundo, puesto que a partir de ese momento, sus obras
empiezan a verse en Francia, Inglaterra, Italia, etc… los países europeos más
consumidores de “bellas artes” del planeta. Se reconoce su estilo particular:
naïf con influencias cubistas (Picasso) y surrealistas (Dalí), así como de
Pollock, Vigas, entre muchos otros… toda una postvanguardia de la segunda mitad
del siglo XX, un arte ingenuo
nada ingenuo, parafraseándola.
Luego de ser reconocida internacionalmente, sobre todo gracias a
su actividad artística de los años 90`s, el siglo XXI la recibió con la peor y
más vil ingratitud imaginable. Hay que destacar los hechos de sus últimos años
de vida con cierto detalle. En 2002 visitó México y fue invitada a participar
en algo estelar: se fundaría el Museo de Arte Contemporáneo “Elsa Morales”, y
para ello necesitaba urgentemente regresar a Venezuela para buscar sus más
recientes y aclamadas obras. Al mismo tiempo ocurría en Venezuela el paro
generalizado que tuvo al país en jaque por varios meses. Elsa Morales, tratando
de demostrar al mundo que su país era algo más que escándalo político, se
encontraba en sus diligencias por Caracas, con el corazón puesto en la hermosa
oportunidad que le daban los mexicanos. Antes de viajar de regreso a allá, se
dirigió a una clínica en el Este de Caracas, que entonces era reino y potestad
de los más radicales anti-gobierno. Ella iba con la intención de hacerse
algunos chequeos médicos por su afección natural de persona mayor de 50 años:
el hígado, con el fin de poder luego enfrentarse a las rudezas del viaje en
avión. Por su personalidad sencilla, y su usanza de vestir, cuando salía de la
Estación del Metro de Altamira, que sale precisamente a la Plaza Altamira,
epicentro de la reacción opositora al gobierno, el ojo racista, nefasto y
reduccionista de los radicales y exaltados antichavistas, comenzaron a gritarle
cosas incoherentes… ¡sin saber quién era!.
Lo que sucedió ese día, abrió la página final de la vida de Elsa Morales.
María Centeno, fraterna y eterna amiga de ella, la primera en ir a verla luego
de la tragedia de ese día, lo cuenta con amargura e indignación:
“Elsa se dirigió a la parada de las
camionetas en la Avenida Luis Roche, frente al hotel, y allí escuchó que
gritaban: ‘¡Agarren a la india chavista! Seis señoras, elegantes, armadas de
banderas y tocadas con atuendos tricolores se le abalanzaron, a los gritos de
‘¡Maldita guajira, negra de mie***, qué haces aquí!’, le empezaron a pegar y la
tiraron al suelo, donde siguieron golpeándole con patadas y las astas de las
banderas. Mi amiga, quien tiene más de 50 años, pedía auxilio, era pleno día,
había militares rebeldes, guardias del hotel, mirones, etc., y nadie intervino.”
Lo peor de todo es que ella ni era guajira, ni era chavista. Desde
mi silla escribiendo este artículo, espero que esas personas sepan que son los
asesinos premeditados de la artista más emblemática de Santa Teresa del Tuy y
de la pintura naïf, y estén irremediablemente arrepentidos y atormentados por
tan maléfica acción.
Cuando
al fin alguien se dignó a recogerla del suelo de la acera, cierto taxista que
pasaba, fue llevada a la Clínica ávila –justo a donde ella se dirigía- y tenía
severas contusiones a todo nivel y hemorragias internas. El proceso de
recuperación fue sumamente lento. En 2003 publica el poemario Un amor en flores y pólvora. En 2004
publica la novela corta Helena
crucificada. En 2005 tuvo que comenzar a dializarse dos o tres veces por
semana, pero Elsa no abandonó el arte, ni el arte la abandonó a ella. Siguió
exponiendo y su rostro salió con mucha más reiteración en los diarios
nacionales, y a página llena, para que todo el mundo fuera capaz de reconocerla
(semejante patraña no se repetiría más nunca). Pero en Elsa Morales tal vez
pudo más el peso de los años sumado a sus graves dolencias, producto de la
absurda golpiza, que su amor por la vida. En 2005 se organizó una exposición a
beneficio de la pintora, y en 2006 regresó a las salas de exposición.
Pero como las ironías de la vida son profundamente
incomprensibles, su creciente salud en 2006, trocó en gravedad de cama al
entrar en 2007, y por ello, por una situación azarosa que nunca debió ocurrir,
su alma abandonó su cuerpo el pasado fin de semana… Lo primero que me vino a la
mente al enterarme de su muerte fue su metafísico cuadro Los pájaros se van con la luna. Lo
segundo fue que, en el diccionario de escritores ¿Quiénes escriben en
Venezuela?, publicado en 2005, ella y yo aparecemos seguidos por el apellido,
siendo además los únicos tereseños del libro, hermosa doble casualidad que
marcó mi vida y mi aprecio por ella, a quien siempre quise conocer.
Desde este humilde pueblo de Los Valles del Tuy que es Santa
Teresa del Tuy, tu pueblo natal, del que nunca dudaste en reconocer que era tu
origen, Elsa. Nunca te olvidamos y nunca te olvidaremos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario