Los girasoles, uno de los temas favoritos de
van Gogh, se han convertido en un símbolo de la relación entre los dos
pintores. Cuando se conocieron en París, en 1887,
Gauguin le pidió intercambiar el cuadro Dos girasoles por
uno de los suyos.
En 1888 convivieron
durante dos meses en Arlés, en la llamada Casa amarilla. Van Gogh, en
espera de Gauguin, decoró su habitación con cuadros de girasoles. Gauguin la
describe de esta forma:
En mi habitación amarilla había girasoles de
ojos púrpura sobre un fondo amarillo. Estaban en un jarrón amarillo sobre una
mesa amarilla. En una esquina del cuadro estaba la firma del pintor: Vincent.
El sol amarillo que brillaba a través de las cortinas amarillas de la
habitación inundaba de oro toda esta magnífica flor [...] Oh, sí, el divino
Vincent amaba el amarillo [...] yo adoraba el rojo.
La relación entre los
dos artistas fue intensa. Se admiraban mutuamente y a la vez rivalizaban y
discutían hasta que la relación terminó repentinamente de forma trágica. Van
Gogh trabajaba de forma rápida e impulsiva. Gauguin prefería unos trabajos más
elaborados, con diferentes estudios preliminares. Gauguin lo resume en una
anécdota:
Vincent quiso preparar una sopa, pero no sé
cómo mezcló los ingredientes, indudablemente como mezclaba los colores en sus
cuadros. El caso es que no nos la pudimos comer.
La escena está tomada desde arriba. El
encuadre recorta los componentes esenciales: el pintor, la paleta, el caballete
y la mesa con el jarrón de girasoles. El centro del cuadro queda bastante
vacío. La tela es de cañamazo con una superficie granular. Gauguin aplicaba
pintura relativamente seca en una capa fina.
El retrato de Van
Gogh pintando girasoles refleja la tensión entre los dos
pintores. La mirada es trastornada, extiende el brazo y maneja el pincel de
forma forzada como un autómata. La posición tensa es una muestra de su
inestabilidad. El contraste del fondo, con líneas de color horizontal sin
contenido, resaltan el ánimo del pintor. Van Gogh reconoce su estado:
«Era yo realmente, tal como estaba entonces, extremadamente cansado y cargado de tensión.» Según
Gauguin,
la apreciación de van Gogh fue:
«Soy yo realmente, pero enloquecido».
El cuadro fue pintado
a principios de diciembre, cuando los girasoles no están en flor. Van Gogh
había hecho una primera serie de cuadros de girasoles en agosto del mismo año,
antes de la llegada de Gauguin, y una segunda en enero de 1889, después de que
partiera. Por lo tanto, Gauguin no coincidió con van Gogh pintando girasoles.
Pero una de las versiones, Jarrón con quince girasoles (1888),
formaba parte de la decoración de su habitación en la «Casa Amarilla». Con ello
Gauguin pone de relieve otra de las diferencias que tenían. Mientras él
prefería pintar de memoria, combinando diferentes elementos, van Gogh abogaba
por pintar los modelos de la observación directa de la naturaleza.
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