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AnaMendoza

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lunes, marzo 02, 2015

De camino a la nostalgia

“Me llamo Marc, tengo espíritu sensible y nada de dinero, pero dicen que tengo talento” (Marc Chagall, “Mi vida”) Tras la afilada y persuasiva mirada de Marc Chagall se oculta el poeta del ensueño, el alocado artista de imaginación inquieta y música en el pincel, que regala tonalidades de color, forma y movimiento a todo gesto gráfico que imprime. Su impronta, pintada tanto como escrita, nos esboza hoy su más íntimo retrato. El retrato de un hombre que vivió amparado bajo el puente que él mismo trazó entre su pasado y su futuro, y que vistió su presente de esperanza, añoranza y alegría de vivir pese al atormentado mundo que le tocó a su existir en suerte. “Cuando observaba a mi padre debajo de la lámpara, soñaba con cielos y cuerpos celestes, mucho más allá de nuestra calle. Toda la poesía de la vida se condensaba en la tristeza y el silencio de mi padre. Allí estaba la fuente inagotable de mis sueños: mi padre, comparable con la vaca inmóvil, taciturna y callada sobre el tejado de la choza” Chagall nació el 7 de julio de 1887 en Vitebsk, y fue el mayor de nueve hermanos en una familia muy humilde, de origen judío. Su pasado, su familia y la tradición cultural dejaron llaga en una vida que, en su caminar de avance, parece querer siempre volver la vista atrás, y retrotraerse hacia el imborrable abrazo de los recuerdos. Así puede verse, muy gráficamente, en la obra “Yo y la aldea”, sobre este párrafo, donde Chagall divide el lienzo en cuatro significativos cuadrantes, que nos sirven como muestra en avanzadilla de lo que más adelante veremos sobre el simbolismo del espacio gráfico: La zona izquierda representa el pasado, el rostro de vaca de mirada penetrante y tierna, que devuelve al autor escenas de ordeño orientadas, a su vez, las figuras hacia la izquierda. En la derecha, el autor se refleja a si mismo en un tono verde esmeralda de esperanza, de confianza en esa alianza con su pasado que le ayude a hacerse a sí mismo y a avanzar hacia el futuro que espera. Alianza que se sella, en la zona inferior, con un ramillete de tintes mágicos, haciendo honor al arraigo a la tierra. Y, por último, la zona superior del cuadro, entonando nubes oscuras, y casas y figuras volteadas, nos desvelan la mente fantasiosa y a su vez confusa y atormentada del autor.

Una esquina para los sueños

En este fragmento de una carta manuscrita de Chagall (1928) dirigida a su profesora Bella Naumovna, y escrita en ruso, pueden apreciarse, además de la soltura y el dinamismo de un trazo danzante, casi volador, la creatividad y la cadencia proyectada de una mente inquieta, ávida de curiosidad y con expectativas llenas de ilusiones.

Al igual que en sus cuadros, en la escritura de Chagall predominan las hampas, el airoso rizo y el bucleado que parece pretender alas en la parte superior de las letras. Curiosamente, este tipo de trazado en las hampas, se aprecia más ágil, suelto y vivo en los escritos que el autor realiza en su idioma natal: el ruso. “(...) Este es el lugar donde hasta los mismos dioses podrían vivir, pero en cambio, gente sencilla, así como las señoras de pelo gris residen aquí. La naturaleza aquí, a pesar de ser Alemania, es tan inocente y buena como pueda serlo la naturaleza de Francia o de Rusia, pero todavía no estoy listo para entregarme a ella. Todavía tengo miedo, no confío aún en esto. (...)” (Alemania, 16 de julio de 1923. Carta de Chagall a Bella Naumovna) En esta carta, escrita como la anterior en ruso, cuando Chagall había rebasado la treintena, y durante su mejor época de juventud junto a su esposa Bella, es reflejo nuevamente de la inquietud, vivacidad, espíritu emprendedor, energía y alegre vitalidad de su autor. La soltura y dinamismo del escrito nos está hablando de autoconfianza y empeño, de iniciativa y deseos de proyección, de una sobresaliente inteligencia y también de indudables habilidades para el razonamiento lógico. La cabeza de Marc Chagall parece un hervidero de ideas, de creatividad floreciente que empuja, impulsa y batalla por florecer y estallar ante el mundo. Su esencia no reposa sino bulle allá en lo alto, en el dibujo de las hampas, donde la fantasía se revuelve inquieta. Así marca reflejo también en una pintura de la misma época, “Los amantes en el sauco”, de 1930.

Tal y como se aprecia en el análisis de la obra, la línea del “Corazón” está marcando la equivalencia con el cuerpo central del escrito. Por debajo se sitúa lo instintivo y material, el “Cuerpo”, el trazado de las jambas o pies; por encima, la “Mente” y el refugio de la razón, la ideación y los sueños, donde se trazan las hampas o crestas de las letras. Pues bien, más allá florece el sauco, con sus amantes descansando entre su fronda florecida, en inclinación de grado ascendente y muy por encima del reinado común de las hampas del escrito, sobrevolando éstas con tildados de evasión, fuga creativa, erupción de fantasía sin límites. El optimismo vitalista que traslucen los colores del sauco y la felicidad de los amantes, ajenos a todo salvo a sí mismos, contrasta con el silencio apagado y turbio de la noche tranquila. No es sino el imperio de la fantasía, las ilusiones y los sueños, pese a todo, sobre la irremediable y sutil realidad.

Tomando como excusa su obra “El paseo”, podemos apreciar y fijarnos en el paralelismo singular entre el dibujo del cuadro y su escritura en estas líneas. Agilidad, soltura, generosas hampas y voladizos que se lanzan a ocupar la zona superior derecha del plano, allá donde residen la ilusión, los sueños y las aspiraciones. Esta es la forma en que Chagall expresa su entusiasmo por la vida, su felicidad junto a la de su esposa Bella, como así se manifiesta también en la dirección ascendente de sus líneas y en esos trazos tendidos, elevados y ondeantes al viento suave de tinta y pluma.

Además, puede observarse el sentido de la inclinación del trazo, en sentido transversal, signo que marca gran parte de la obra de este peculiar pintor de ensoñaciones.

La mano tendida

“Un buen ser humano puede ser, como es sabido, un mal artista. Pero quien no sea un gran hombre y por ello un buen hombre no será nunca un verdadero artista” El sol, el símbolo paternal por excelencia, queda arriba en la zona izquierda del pasado y de la nostalgia, así como la pequeña escena de boda se funde en la lejanía de un segundo plano, también en ese ángulo donde el pasado, lo que ya se fue, se traduce en pinceladas y trazos. En cambio, las figuras inclinadas hacia la derecha constituyen un presente que, no sólo se proyecta, sino que además vuela y se dirige en suave movimiento flotando hacia el futuro, donde el árbol de la esperanza y de la vida está aguardando, mientras una cabra envuelve la ilusión de esa felicidad con música de violín.

También nos habla ese gesto inclinado de entrega y afectividad y, unido a la ligazón interletras, de perseverancia y continuidad, de querencia a lo venidero, de generosidad y apertura social. El autor tiende su mano y extiende con ella su afecto e incluso su protección a los demás. Su escritura clara y su firma abierta, transparente y generosa en tamaño, nos habla también, y con toda la sencillez imaginable, de honestidad.

  • Sandra Mª Cerro Grafóloga y perito calígrafo (www.sandracerro.com).
  • José Gaspar Birlanga Profesor de Estética y Teoría de las Artes (Universidad Autónoma de Madrid).

Marc Chagall - Blue Landscape


"Si creo desde el corazón, casi todo funciona, si lo hago desde la cabeza, casi nada."


Chagall

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