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AnaMendoza

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lunes, marzo 02, 2015

El arte de Marc Chagall

Colores y formas se cuentan historias

“Cuando en alguno de mis cuadros alguien descubre un símbolo, no es porque yo así lo haya querido. Es un hecho que yo no busqué. Es algo hallado después y que cada uno puede interpretar a su gusto” Podíamos considerar que Chagall descubrió la convicción en una gran ley: la unidad afectiva del mundo, varias formas y colores que se dan cita en una misma impresión. Por ejemplo, el color amarillo en su tono más chillón con formas triangulares en su forma más aguda, más punzante. O bien, el color azul y el círculo. El azul propicia esa suerte de alejamiento del espectador del azul, pero al mismo tiempo también propicia un recogimiento del espectador hacia su propio centro. Por eso el sentido de ese movimiento es un sentimiento de serenidad profunda. El círculo además enfatiza la estética del recomienzo, fuerza concéntrica y perfección se combinan en un sentimiento de fuerza pero de también de paz.

De ese interior que rezuma la obra de Chagall. Basta con propiciar una transferencia para que se desborde, y esa transferencia es hoy la música, que él también busco en y por la sensibilidad. El objetivo del arte sería eso, purificar el alma gracias a ese conjunto que se hace preciso por la suma y el conjunto de vibraciones. En realidad qué es un cuadro sino las vibraciones que el alma siente ante las distintas tonalidades de las formas y colores.

Por ello, la pintura de Chagall es poética, lírica, por eso es monumental y en esa medida imperecedera, ante el mundo exterior que propicia; ante su pintura, no hay alma que se resista a dejar desvanecer ese mundo exterior para que emerja el interior. ¿Qué es lo que hace que ver, oír, tocar sean lo mismo a pesar de la diversidad de las experiencias que lo diferencian? Los elementos son distintos en la realidad exterior, pero idénticos en la realidad interior, y ello porque el poder último del sentir, presente en toda sensación visual o sonora es la subjetividad patética que define idénticamente a nuestro cuerpo original y el ser que somos, nuestra alma.

Esperanza y lamento
se miran a los ojos

En 1947, año en el que está fechada esta carta, algo lento se va apagando en Marc Chagall como la llama de una vela. El comienzo de su madurez como artista y como hombre, se cruza con la muerte de su esposa Bella en 1944, y se queda así, mirando atrás. El gesto de su escritura asimismo se afloja, se rinde triste, cae y se lamenta. Eso nos dicen sus renglones desfallecidos. “(...) Abría la ventana y junto con Bella entraba en mi cuadro azul de cielo, amor y flores. Vestida toda de blanco o de negro aparece desde hace ya tiempo en mis cuadros, como guía de mi arte”

(Marc Chagall, “Mi vida”)
En “El sueño” (1978), el pintor evoca un pasado en París y un futuro incierto al otro lado de los puentes del Sena. Él yace con desidia intentando incorporar su mirada hacia aquello que vendrá. Su reflejo, evocadora de sueños, es la cabra violinista que también descansa ahora aunque algo en su gesto parece mantener la expectativa intrigante de una ilusión bienvenida. Y en el centro del oasis de sueño, la pareja de esposos, y ella que amante novia parece querer protegerle a él desde su lugar en la nostalgia y el recuerdo.

¿Entendemos mejor ahora por qué Chagall pinta como pinta? ¿Por qué utiliza los colores que utiliza? Porque hay trenes bocabajo, porque las cabras vuelan, porque hay dos lunas a un mismo tiempo en sus cuadros, y por qué la soledad sólo puede pintarse para la vida como él la pintó, para que sea una soledad universal y no la representación del objeto soledad del mundo. Si no fuera por Chagall cuánto se hubiera quedado mudo, insatisfecho, a la espera de que alguien le confiriera presencia. En cierta ocasión, Picasso dijo de él: “Cuando Chagall pinta, no se sabe si mientras tanto duerme o sueña. Debe tener un ángel en algún lugar de su cabeza”. El arte de Marc Chagall podría considerarse, en definitiva, la expresión del artista completo, capaz de atrapar y cazar al vuelo las ideas vivas de su mente, con todo su color y movimiento, con toda su música. El arte vivo y palpitante de un ramillete florecido de sentimientos, ilusiones, recuerdos y estados de ánimo.

La expresión de una conjunción fascinante entre realidad y fantasía, donde se aúnan el pasado con el futuro, el amor flotante con los sueños voladores, la alegría de una cabra violinista con la nostalgia en la serenidad de un ternero, la pasión y el afecto de las figuras vertidas, inclinadas, casi oferentes como una mano tendida en un gesto de profundo agradecimiento hacia la Vida y como una oración a la esperanza.

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