Mi nariz en medio del
rostro, mis ojos de pestañas quemadas por las risas despiertan otra vez a la
misma hora de la sed, de la luz, del olvido,
de los días que no trascienden. Una pequeña piedra blanca envuelta en mi
mano, entre mis dedos se desliza siendo la capital de la luna y otros planetas
que gira por la órbita de todos sus ojos abiertos y cerrados. Tu risa que viene
con el eco se repite por todo el espacio rebotando en las paredes.
La memoria válgame
Dios, quiere plancharme la ropa con los ganchos sobre el ropero, y una
pequeña estrella de esas pintadas en la pared cambia de un lugar a otro y se
esconde cuando las cuento, jugando con tu risa y mi paciencia seca de caricias.
A mis ochenta años camino, pienso y tengo los recuerdos intactos, mis pinceles
son víctimas de viejas manías de mis primeros años de la infancia cuando abro
la mano escondo la piedra, y el pequeño árbol del jardín no es pequeño, los
perros siguen dormidos tras las puertas.
de Teoría del Caos de Ana Mendoza
2017
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