La poeta argentina era muy escrupulosa con sus papeles y ese espíritu
queda reflejado, a la perfección, en las notas a pie de página que acompañan a
estos "Poemas no recogidos en libros". Como "En la noche",
que procede de una libreta y cabe datar entre 1969 y 1970, o "Casa de la
mente", que fue encontrado en una hoja suelta de cuaderno manuscrita a
lápiz, además de los muchos versos que, en su día, fueron recogidos en
publicaciones como "La Nación", «La estafeta literaria» o los
"Papeles de Son Armadans", de Camilo José Cela. "Esta edición
viene a subsanar varias erratas de la edición primigenia de Lumen",
confiesa Becciú en conversación vía e-mail con ABC. La antóloga hace referencia
al volumen publicado en 2001, que precedió a la aparición de los
"Diarios" (2013) y la "Prosa completa" (2016) de Alejandra
Pizarnik. "El proceso fue largo. Trabajamos, en el caso del material
inédito, con los manuscritos originales, lo cual implicó cotejar
versiones", asegura.
Muerte prematura
Toda la poesía de Pizarnik gira alrededor de dos polos magnéticos: su
infancia en Buenos Aires, la ciudad que la vio nacer y que escogió para morir,
y su fascinación por la muerte, finalmente también elegida. Sin embargo, Becciú
considera "curioso que se siga insistiendo en la poesía de Pizarnik como
una especie de autobiografía o del relato de una mártir, una dolorosa, como la
de las estampitas que los curas entregaban después de misa". De hecho,
"cuando se trata de poetas hombres, los medios se ocupan menos de sus
problemáticas personales; no hurgan en sus versos para explicar que escribía
así porque era alcohólico, mujeriego, depresivo o fumador. No, no, el poeta
hombre es ante todo un gran poeta. Y Alejandra Pizarnik fue una gran poeta,
quien, por otra parte, en el trato personal se mataba de risa". Por ello,
"su muerte prematura, voluntaria o casual, no debe tomarse como ángulo de
visión a la hora de encarar su proceso de escritura".
Anna Becciú: "Escribir poesía, ella lo
supo bien, es una actividad peligrosa, uno se arriesga, arriesga su vida
haciendo un poema".
Pero, más allá de conjeturas, poéticas y no tanto, ¿qué buscaba
Alejandra Pizarnik con esos versos? La respuesta está, quizás, en lo que ella
misma contestó a una pregunta similar en 1964: «Una escritura densa hasta lo
intolerable, hasta la asfixia, pero hecha nada más que de vínculos sutiles que
permiten la coexistencia inocente, sobre un mismo plano, del sujeto y el
objeto, así como la supresión de las fronteras habituales que separan a yo, tú,
él, nosotros, vosotros, ellos». No obstante, como advierte Becciú, «cada uno de
sus poemas es una verdad» y sin ella «no podríamos vivir». «Escribió sin
descanso desde los quince años por “fervor, fidelidad, devoción, seguridad de
que allí está la vía de salvación”. De qué había que salvarse, no lo sabía, y
acaso por eso escribía. Escribir poesía, ella lo supo muy bien, es una
actividad peligrosa, uno se arriesga, arriesga su vida haciendo un poema»,
remata Becciú.
Su archivo
Afortunadamente, el archivo de Alejandra Pizarnik, compuesto por
diarios, manuscritos, correspondencia, pinturas y otros papeles, es uno de los
más consultados por investigadores y académicos de todo el mundo. Según relata
a este diario Don C. Skemer, responsable de manuscritos de la Biblioteca de la
Universidad de Princeton, fue Aurora Bernárdez, viuda de Julio Cortázar, gran
amigo de la poeta (Alejandra decía que la Maga de "Rayuela" era
ella), quien le entregó, personalmente, los papeles que conservaba en su apartamento
de París y le puso en contacto con la familia de Pizarnik hace más de quince
años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario