A Saleh Andrés Perdomo
Cuando despierto lo primero que distingo son sus melones
cubiertos sólo por sus manos. Ella en gesto de asombro tratando de dar un giro para no ser observada.
Da igual mi pícara Silvia Saint, o se te
ven los melones o tus favorecidas posaderas.
Tomo un cigarrillo del pantalón. A pesar de que entre esa rubia y yo sólo se interponía el humo de
mi bocanada, bien sabía lo inalcanzable
que es ella para el mamarracho que soy.
Al levantarme e ir al baño, paso a su lado procurándole un beso en las caderas,
ella no dice nada.
Silvia Saint y yo llevamos compartiendo la habitación algo más de cuatro meses, desde entonces,
cuando llego del restaurante sintiéndome
cada vez más hediondo a comida, más
perdedor, está ella semidesnuda incitándome.
No soy promiscuo, pero la fi delidad la veo como algo relativo. Una mañana que me dirigía a mi casa, pasé por el quiosco de revistas a buscar mi suscripción mensual, allí vi por primera vez a la morena, sus ojos se quedaron clavados en mi mente. Entrando a mi casa hojeando mi revista de suscripción, sentí una puñalada trapera al corazón, al cerebro, a mis cojones. No alucinaba, Silvia Saint sobre ese negro que tanto odio, sus jadeos, los gritos de satisfacción.
Sin pensarlo dos veces salí corriendo hasta el quiosco con la esperanza de que la morena aún
estuviese allí. Aclaratoria del autor
para que la crítica no invente pendejadas: Según la Real Academia Española:
Esperanza. f . Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.
En efecto, la morena estaba, la llevé a mi casa sin importarme Silvia
Saint, embelesado sumergiéndome
en Norkis, así se llama la morena, con la cual sé que pasaré
momentos increíbles. Entro a mi habitación, allí estaba Silvia Saint, echada en un sofá, toda llena del puto negro. Corrida
por el cuello, por los melones, ¡coño,
mis melones! Cegado por la ira los tumbé
al suelo, en cada patada sentía que algo se rompía. Cansado, tomé a mi Norkis Batista de 19 mil
bolívares y la besé, recorrí con mi
lengua sus piernas. Era el mes de Enero,
mes en el que se veía más bella.
En este momento Silvia
Saint debe ir en el camión de la basura,
junto a ese negro del coño, ambos en retacitos, me quedo con Norkis. Nunca entenderé a los
editores de calendarios, ni a las modelos que se desgastan frente a mis ojos.
Tomado de Fractal Ernesto Calderelli
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