Alerta estoy de ser
sonrisa.
AnaMendoza

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domingo, octubre 14, 2012

Litografías


A Saleh Andrés Perdomo

Cuando despierto lo primero que distingo son sus melones cubiertos sólo por sus manos. Ella en gesto de asombro  tratando de dar un giro para no ser observada. Da igual mi  pícara Silvia Saint, o se te ven los melones o tus favorecidas  posaderas.

Tomo un cigarrillo del pantalón. A pesar de que entre  esa rubia y yo sólo se interponía el humo de mi bocanada,  bien sabía lo inalcanzable que es ella para el mamarracho  que soy. Al levantarme e ir al baño, paso a su lado procurándole un beso en las caderas, ella no dice nada.

Silvia Saint y yo llevamos compartiendo la habitación  algo más de cuatro meses, desde entonces, cuando llego del  restaurante sintiéndome cada vez más hediondo a comida, más perdedor, está ella semidesnuda incitándome.

No soy promiscuo, pero la fi delidad la veo como algo  relativo. Una mañana que me dirigía a mi casa, pasé por el  quiosco de revistas a buscar mi suscripción mensual, allí vi  por primera vez a la morena, sus ojos se quedaron clavados  en mi mente. Entrando a mi casa hojeando mi revista de suscripción, sentí una puñalada trapera al corazón, al cerebro, a mis cojones. No alucinaba, Silvia Saint sobre ese negro que  tanto odio, sus jadeos, los gritos de satisfacción.

Sin pensarlo dos veces salí corriendo hasta el quiosco  con la esperanza de que la morena aún estuviese allí.  Aclaratoria del autor para que la crítica no invente pendejadas: Según la Real Academia Española: Esperanza. f . Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que  deseamos.

En efecto, la morena estaba, la llevé a mi casa sin importarme  Silvia  Saint,  embelesado  sumergiéndome  en Norkis, así se llama la morena, con la cual sé que pasaré momentos increíbles. Entro a mi habitación, allí estaba Silvia Saint, echada  en un sofá, toda llena del puto negro. Corrida por el cuello,  por los melones, ¡coño, mis melones! Cegado por la ira los  tumbé al suelo, en cada patada sentía que algo se rompía.  Cansado, tomé a mi Norkis Batista de 19 mil bolívares  y la besé, recorrí con mi lengua sus piernas. Era el mes de  Enero, mes en el que se veía más bella.

En este momento Silvia Saint debe ir en el camión de  la basura, junto a ese negro del coño, ambos en retacitos, me  quedo con Norkis. Nunca entenderé a los editores de calendarios, ni a las modelos que se desgastan frente a mis ojos.

Tomado de Fractal Ernesto Calderelli

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