Despacio y conmovido por mis muslos, te dejas cautivar por mis piernas desnudas que se tejen con las tuyas, ocultas de las miradas intrusas, de las praderas frías y claros de lunas y soles en las que debajo nos miramos sonrientes con la sencilla picardía de lo espontaneo.
Trepas hasta tocarme la mirada, alojándote en ella pausada y temblorosa… donde te pido con el corazón, anidarme, hace tiempo que deje de sentirme sola, asimilé a vivir sin esperar verte, hoy me sorprende que de la nada estés aquí, como si hubiese marcado el camino por donde llegarías hasta mí.
Es el vuelo de siempre y lo demás se hace pequeño, cuando el universo detrás de ti es difuso, ya ni siquiera me interesa entenderlo todo, porque que se y agradezco seas una bendición de todos los tiempos… esa caricia que sorprende sutil y agudiza el amor eterno y dormido de tantas vidas.
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