Subrayarte, escribirte, dibujarte. Colmarte el cabello de todas las palabras contenidas, tendidas en el aura, en el tiempo, en aquella rama llena de flores amarillas, cuya belleza me pone los vellos de punta cuando vengo bajando sola, pensando. Precisar el enigma, el minuto exacto del hallazgo, el amor, esta conmoción de aire espeso dentro del cuerpo arqueado, la increíble felicidad que me saca las lágrimas y me colorea los ojos, la piel, los dientes, mientras voy volviéndome flor, hiedra, trepadora, fortaleza, inspiración, balada, entre tus manos que me acarician y me van despojando, sacándome las palabras, volteándome de adentro para afuera, saltando de mi pasado, la infancia de recuerdos radiantes, de sueños, del mar rompiendo contra los años, cada vez más hermoso y más grande, más grande y más hermoso.
Como puedo aprisionar la ilusión, retenerla en las manos y soltártela en la cara como una sorpresa que viene a aclarar la tierra después del diluvio; confesarte hasta en los reflejos inconscientes, ir cautivándote perezosamente, perdiéndome, perdiéndonos los dos, en la madrugada en la que hicimos el amor con todos los sueños, el olor, el sudor de la noche salada en nuestro cuerpos, untándonos el amor, escurriendo el piso en grandes olas inmensas, nadando en el amor, mojándonos con el amor que nos sobra.
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