Sobre el pasmado tronco de un interno bosque del sur, se encontraba un Hada pequeñita, entraba y salía por sus agujeros, al pie del árbol se desborda una quebrada cristalina y ruidosa, venia bajando cargada de matices, hojitas y lluvia fresca… yo pude notarlo al llegar, su sonido, su olor a tierra húmeda, y su fuerza soberbia, su estrepitosa caída porque era nueva para mi, Esa tarde estaba muy claro a pesar de la densa niebla, la luminosidad entre los arboles deshojados al paso del invierno, todo teñido de los colores más rojizos de la tierra.
Los arboles sesgados por el viento, parecían calarse de la tierra al cielo, pude entrar a la parte baja de aquella vieja casa de tablas sobrepuestas sobre la madera oscura y roída, estaba desolado ya nadie vivía en aquel lugar, yo quise quedarme por un momento quise quedarme para siempre, me gusta un poco la soledad.
Pude darme vueltas y vueltas y al cerrar mis ojos volvía a aquel mágico lugar que una vez fue habitado, su corazón pálido había perdido también el color. Y no pude inmutarme a la tristeza de ver como las cosas, las personas y las vidas se quedan de repente en cero para nuevamente comenzar, algunos no tienen esa oportunidad pero es más doloroso que morir. Algunas también parecen desaparecer por el aspecto exterior. Di un salto repentino, me asustaron los pasos cuando venias, no pude esconderme esta vez, y unos ojos curiosos me seguían el vuelo, que intrépida ya estaba allí, de pie y no pude más que sonreír, tu habitabas en ese lugar, pude entender y asociar muchas cosas que se parecen a ti, aunque no salías mucho. Te respaldabas cómodamente en un viejo sillón lleno de polvo y años. Me invitaste a tu lado.
Me senté así, me senté cómodamente, apenas recuerdo todo lo que dije, hablé y hablé sin parar así como cuando escribo, así como soy, ni siquiera recuerdo si te vi a los ojos, me pregunto si te mire a los ojos en algún momento, pero luego caigo en la contradicción de todas las horas que pasamos y me niego a como pude hablarte tanto sin mirarte….seguramente me quede absorta en tus miradas. Pues mientras me tomó un té para este frio invierno, a mí también me gusta el té a toda hora acompañado de pasteles con crema y paciencia, me gusta la armonía, los pactos, la magia, la poesía, los conjuros y esas cosas bellas que se extinguen en el tiempo.
Te puedes llamar extraño… ser tan estable y frugal en medio de la tarde, como una apoteósica montaña de mi tierra…eterno sin líneas en el horizonte, mientras tú me vez como una extraña de ojos oscuros, de un mar sin fin. Musa y princesa me gusta más. Pues no recuerdo haber sido tal fusión nunca antes. Recuérdame otras vidas, un beso cómplice, y una mano aquí puesta sobre el corazón, aun no entiendo esta atracción mágica este andar lento, este sueño frecuente donde solo nos vemos y lo demás olvidas.
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