Estaba tan triste que lloré hasta las últimas lágrimas que me quedaban. Estaba tan sola mirándote, que pude verme a mí mientras te observaba, tu luz escandalosa me dejo ofuscada, tu aura una emisión de colores fosforescentes, elevándote al cielo indagando un no sé que señal de secreto polvos de hadas y estrellas cósmicas, tu tan quieto mirándome desde la penumbra que te rodea y yo sin retorno a la luz, por un pasaje descolorido hacia la ficticia sucesión láctea de fantasías planetarias de tu más espectacular mirada en noches sin luna, en donde tus ojos centellean con resplandor del todo, con tus manos estremecidas transitas sobre mi rostro, posando cual mariposa cubierta de plumas, esa misma pluma con que escribes sobre mi alma tus tristezas largas esperas, las palabras restauradas, los recuerdos en la basura, en la papelera dorada que tengo junto a la mesita de noche, o mesita de día pero junto a la cama vacía, ya no hay espacio para los dos aquí, mi corazón fatuo me destempla los dientes, la sonrisa que no sorbo ni las lagrimas que no lloró, me he secado como un indolente tronco pasado, tratando de buscar en mi esa caricia de amor que una vez me hizo florecer.
A.M.
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